Las imágenes están cargadas de mística tanguera. Los personajes y espacios de las obras transmiten la verdadera densidad arrabalera; por momentos oscura y agresiva pero también burlesca y atrevida. Una vibración que conoció de primera mano con los protagonistas y seres anónimos de las fondas y cantinas porteñas que palpitaban tango. Esta serie atesora un pedazo de la cultura argentina, que trasciende la mera ilustración "for export".
“La serie del tango y especialmente estos trabajos, bucean en la soledad de los individuos de la ciudad, y en la búsqueda de un poco de entretenimiento, música y compañía. En los barrios límite y según las épocas, los quecos y los piringundines, mezcla de prostíbulos, con baile y algún músico junto a un cantor poco afinado y unas mujeres pintarrajeadas... La tarjeta de cartón o de chapa, la caña y la milonga... En el centro el dancing, la boite, los boliches de marineros de los bajos costeros, y ahí, mientras suenan los hielos en el vaso de guisqui berreta, las coperas emperifoyadas luciendo las trasparencias y prometiendo un después en cada copa de envite”.
Alejandro Pérez Becerra
